El pin adoctrinal
O porqué hay gente que cree que el resto de la sociedad tiene que acomodarles.
Ahora que el asuntillo del pin adoctrinal es tema de polémicas, me gustaría señalar que el enfoque de la discusión se deja fuera a toda la gente que, sin siquiera tener hijos, luego tiene que sufrirles.
¿Os acordáis de aquello de que para reducir el maltrato hace falta educación? ¿De que para reducir la homofobia hay que educar? ¿De que acabar con la discriminación laboral es cuestión de tiempos y, si, educación? Para aquellos que empezamos a ser viejunos, hay montones de problemas sociales para los que el mantra que se repetía una y otra vez hace una o dos décadas era “EDUCACIÓN”. Lo pongo con mayúsculas para resaltar lo mucho lo que repetían. ¿Qué había pocas mujeres en el tribunal supremo? No era machismo, era cuestión de tiempo que se allanase el terreno: educación. ¿Qué los pobres cobran mucho menos? Eso es porque no han estudiado: “educación”.
¿Veis la pauta? Pues si no la veis: educación. Lo siento, es un chiste horrible, pero sí que es verdad que durante décadas esa era la solución propuesta a muchos problemas y nosotros, inocentes, nos lo creímos.
El caso es que pasadas un par de décadas de aquel mantra, aunque poca mejora, alguna sí que había habido. Lo suficiente para que los misóginos, los homófobos y los machistas creyeran que hay “dictadura progre”. Lo cierto es que no había ninguna ley que les impidiera decir las mismas cosas discriminatorias que con Franco (a pesar de la constitución, no había leyes que articulasen el derecho a no ser discriminados, fijaos qué cosas pero los “señoros” no lo habían visto como prioridad). Ni siquiera ahora está prohibido decir cosas como “todas putas” y ahí está forocoches para recordarlo. Pero tras años de educación, como que estaba mal visto el ser nazi en lugar de estar orgulloso de ser nazi. Y eso, significaba que había gente que podía respirar un poco, que no vivir tranquila y sin discriminación.
Ahora que ciertas personas vuelven a estar superorgullosas de discriminar a otros, pues reclaman que no se eduque contra la discriminación y poder usar un pin adoctrinal que impida que a sus retoños les expliquen que no en todas las casas las niñas tienen que hacerles las tareas domésticas a los hermanos o que no es normal que si papa se enfada le suelte una hostia a mama para “ponerla en su lugar”. Es decir, los señores pro-pin adoctrinal han denunciado por la emisión de un video de Ana Orantes explicando las palizas que le daba su marido. Nota: ¿Quién financia a esos abogados cristianos? ¿Y por qué tenemos que asumir los costes de denuncias imbéciles porque los abogados cristianos usan la lay para intimidar? ¿Por qué nadie denuncia de oficio a esa asociación por abuso de la ley? Son preguntas retóricas, ya sabemos la composición de la judicatura y que hay señores como el juez Serrano de VOX que prevarica para que un crío vaya a procesiones, que se ve que es más importante que cumplir sentencias.
El caso es que parece claro que la verdadera discusión aquí es si dentro de dos décadas queremos aguantar a los retoños adoctrinados de estos señores. Porque no, no hace falta tener críos para que luego aparezcan becarios y juniors malcriados que creen que respetar a sus compañeros de trabajo es opcional o que si tienen una jefa, consideren opcional hacerle caso porque las mujeres “no saben lo que quieren” o que decida que el curro es el nuevo tinder (ya lo hacen con linked in). Y ni qué decir de idiotas que puedan pensar que las vacaciones de una pareja gay son menos importantes que las de una hetero. O, digamos, negarle una visita al médico para acompañar a su pareja.
La realidad es que la mayoría de la gente ya hemos sido y seguimos siendo tremendamente pacientes conformandonos con la educación como panacea para los problemas sociales en contraposición a leyes más contundentes como hacen en otros países occidentales para que, de pronto, lleguen esos compañeros de clase impertinentes y digan que también tendremos que acomodar a sus hijos porque su derecho a maleducarles prima sobre el tuyo a un respeto básico. Pues mira, si vas a pedir un pin adoctrinal para “tus” hijos, deberías dar la opción a los padres de los otros niños, a los vecinos y a sus futuros compañeros de trabajo de que opten a no aguantarles. Que vivan en su burbujita de gente petarda aislados del resto. Y ya que les molan tanto las listas, que se incluyan ellos en lugar de marcar al resto, así podremos evitarles como la peste.
Porque no, la sociedad no tienen porqué acomodar los prejuicios, ni siquiera en los colegios privados.
¿Qué soy intolerante? Puede, pero mira, si ellos lo son con mujeres independientes, homosexuales, no “nacidos en España” (curioso eufemismo) y demás gente que no les ha hecho nada más allá de querer vivir sus vidas como quieren, pues bien puedo serlo yo con ellos.
Resumiendo, el debate sobre el pin adoctrinal trata sobre cuánto tiempo tenemos que acomodar la gente normal a los antipatriotas a los que no les gustan los valores humanos y constitucionales.