En la vida y en la economía a veces las hostias son inevitables

Elisa Mariño
4 min readOct 27, 2022
La que se nos viene

Qué os voy a contar, hay veces en las que lo has hecho todo bien, te has esforzado y tomado todas las precauciones y, aún así, zasca, una hostia. Puede ser un suspenso, una ruptura, un accidente, un despido y simplemente mala suerte.

Pues igual pasa con la economía, pero rara vez se explica tan claro. En su lugar se dicen cosas como “la economía es cíclica”. O lo que es lo mismo, que igual que hay momentos de crecimiento, hay momentos de caída y aunque la tendencia general sea hacia arriba, cuando estás en la parte de bajada la hostia sigue siendo dolorosa y, si no, que se lo digan a los de la hipotecas variables. El caso es que muchas crisis son inevitables.

La del 2007 cuando explotó la burbuja inmobiliaria nos vino de USA y nos la comimos como si fuera una serie de Netflix, aunque para ser justos en este caso había mucha “producción” propia. ¿Podrían haber hecho algo Zapatero o Rajoy para evitarlo? No. Porque salvo expropiar a los grandes poseedores de vivienda que en España son la iglesia y los fondos buitre, toda medida habría sido como intentar curar una hemorragia a base de tiritas. La iglesia sí que podría haber hecho algo sacando propiedades al mercado a precios asequibles, o simplemente bajando sus alquileres. Pero al ser un organismo privado, el gobierno no podía obligarles.

Aunque la reforma laboral de Rajoy no consiguió disminuir el paro y se gastó la hucha de las pensiones más rápido de lo que se gasta una bolsa de chuches a la puerta de un colegio, al final salimos. No por nada que hicieran, si no porque igual que hay hostias inevitables, también lo es levantarse. Y ahí estábamos, tan felices pensando que habíamos salido por fin de lo de la burbuja que ni lo vimos venir con la Pandemia.

Y aquí, aunque haya políticos que les encante señalarse con el dedo unos a otros, poco que se podía hacer. Más que nada porque ningún gobierno tiene una varita mágica que cure el coronavirus. Supongo que es justo decir que el haber ido desmontando la sanidad pública no ayudó precisamente.

Inaugurar aeropuertos o presentarse a olimpiadas siempre ha dado mejores portadas y, claro, no podía competir con algo tan nimio como que si enfermas, tu enfermera atienda a “sólo” 12 pacientes en lugar de 30, a ver cómo sacas eso en una foto, listo. Total que en las comunidades autónomas les pilló como quien dice con las bragas bajadas y se fueron corriendo a por ayuda al gobierno central que tampoco fue capaz de sacarse más médicos y enfermeras de la chistera porque la economía no es un libro de Harry Potter.

Y por si con eso tuviéramos poco, vino Filomena y el volcán. Alguien quería aumentar el drama y se le fue la mano. Más crisis inevitables porque ningún gobierno controla el clima y casi que mejor, porque me los imagino con un rallo de sol sobre sus casas mientras que a los pobres solo les tocaría lluvia. Tampoco controlan los volcanes y, de nuevo, es una suerte, porque sería un arma de guerra chunga.

Eso nos lleva a esta última crisis energética por la guerra de Ucrania. Pues mira, por más que algunos tengan mucho orgullo de ser españoles, la realidad es que aquí los que cortan el bacalao son Rusia, USA y China. Y ya si eso Francia y Alemania. A nosotros nos toca apañarnos y buscarnos la vida.

Pero entonces, si la hostia es inevitable, ¿de qué sirven los gobiernos? Pues para amortiguar la caída. Es un poco como asegurarse de que tienes bomberos bien equipados que puedan llegar rápido a donde haya un fuego. O médicos y enfermeras ya formados, con un sistema sanitario eficiente y recursos para atender a la pandemia. Que si bien a nosotros nos pilló con las bragas bajadas, en USA muchos estaban directamente sin bragas. En el caso de esta crisis energética es buscar fuentes alternativas de energía, por ejemplo. O crear parques de viviendas de alquiler publico o tantas otras cosas.

La hostia te la vas a llevar hagas lo que hagas, lo que cuenta es estar preparado, amortiguar el golpe y recuperarte lo más rápido que puedas para que la siguiente no te machaque. Sin más.

Por eso conviene prestar atención al efecto de las medidas. Ejemplo: Rajoy prometió que con su reforma laboral que abarataba el despido bajaría el paro, el paro aumentó. Por tanto fue una medida errónea para el objetivo que dijo tener y, como resultado, tardamos más en salir de la crisis. La reforma laboral de Yolanda Díaz que los economistas neoliberales predijeron que aumentaría el paro, lo ha reducido y ha aumentado los contratos indefinidos, fue una buena medida, al menos para aquellos que han encontrado trabajo.

Ahora tenemos inflación y los distintos gobiernos europeos están barajando distintas medidas para controlarla. Sabemos gracias al sacrificio de Liz Truss que bajar los impuestos es una cagada, probemos otras cosas. ¿Por ejemplo? controlar los oligopolios. Porque aunque a los economistas liberales chupi se les olvida siempre, la libertad de precios requiere competencia perfecta y en el mercado de las puertas giratorias, digo energético, eso no sucede.

Pero visto cómo funcionan las cosas en España, más nos vale tener un presidente que hable inglés para poder pedir dinero a Europa, porque nos va a hacer falta. Quien avisa no es traidor.

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Elisa Mariño

Fiction is the art to tell lies to show truths. Politics is the art to use truths to tell lies.