Historias que no llevan a ninguna parte: El tipo del billete de 200 euros

Elisa Mariño
4 min readMar 16, 2020

--

No recuerdo gran cosa del tipo del billete de 200 euros, pero sí el tema del billete que le da nombre.

La cosa es que mis amigas y yo nos habíamos apuntado a una de esas cenas de solteros en las que vas a conocer gente. Después de que una insistiera, aceptamos apuntarnos a la cena porque, puestos a conocer gente, mejor tener una conversación y en un bar no iba a ser.

El organizador pidió que, si podíamos, llevaramos los veintipico euros de la cena justos. Quedaros con eso.

El asunto es que aunque nos sentaron juntas, teníamos a los lados gente nueva con la que hablar y ahí estaba el tipo de los 200 euros, aunque en un inicio no tenía “mote”.

Si tuviera que describir al tipo, diría que era el típico que ha envejecido mal, no tanto por disfrutar de la comida como por la desgana en el cuidado. Ropa descolorida y vieja, barba de dos días sin encanto y esa actitud del que cree que el resto le debe algo.

En seguida se dedicó a monopolizar la conversación para contarnos la cantidad de dinero que tenía, lo enorme que era su chalet y, en general, fingir que era rico. Dicho con claridad, un rollazo de tio.

Y no paraba, porque si uno de los otros empezaba a hablar de su trabajo como ingeniero, él tenía que decir que ganaba mucho dinero con sus negocios no especificados. Si otro decía que le gustaba viajar, él decía que prefería quedarse en su chalet de 8 habitaciones.

Y no recuerdo exactamente en qué momento, cometió el error de dar detalles. Resulta que el tipo presumía de vivir en la misma ciudad que nosotras. Eso nos obligó a hacer un par de preguntas de cortesía y, hete aquí que mientras que él intentaba hacer ver que su chalet enorme pertenecía a la zona rica de chalets, por los detalles nos quedó claro que vivía en terrenos rurales no urbanizables y, por tanto, sin alcantarillas.

No pareció darse cuenta de la cazada. Ni tampoco de mi comentario sobre “sólo un baño” para tantas habitaciones. En fin, que tampoco íbamos a decirle nada si quería autoengañarse.

Pasamos la cena hablando con el resto y haciendo lo posible por cortar sus rollos cansinos de quien quiere ir de rico pero no sabe. Hasta que llegó la hora de pagar. Entonces, con mucha ceremonia sacó el susodicho billete de 200 euros y comenzó a explicarnos que él, normalmente, llevaba billetes de 500 euros, pero que el otro día había ido a un restaurante y le habían dado ese de cambio.

Ajá. El tipo no sólo nos daba una explicación que nadie le había pedido ni le importaba, si no que contaba una historia más bien inverosímil. Porque mira, cualquier persona que vaya a un cajero, el billete más gordo que te dan es de 100 euros. Tienes que pedir muchísima pasta para que te suelten algo más gordo y hacerlo por ventanilla, no en cajero. Y si bien los billetes de 500 euros son el emblema del ladrillazo y otros chanchulleos varios que se pagan en negro, la gente que cobra en negro tiende a ser más discreta.

La traca final la añadió el organizador. ¿Recordáis que había pedido que por favor llevásemos el dinero justo? La mayoría de la gente considerada o bien se había molestado en llevarlo justo o bien dar lo más aproximado posible. Pero por lo visto el tipo de los 200 euros era un habitual que nunca fallaba y siempre montaba el mismo numerito de los 200 euros, no 500 euros. De lo que se deduce que no debía tener nada de éxito.

Y aquí mi reflexión. Es evidente que el tipo debía creer que para ligar lo mejor era fingir que tenía pasta o algo parecido. Lo chungo es que semana tras semana repitiera el numerito y que jamás se plantease que había algo que fallaba.

No son sólo los detalles: la ropa, que no hablase de ni viajes o del trabajo o de cosas que hacía, ya sabéis todo ese rollo de las “experiencias” previo pago de pastizal que están tan de moda. Es más la idea de que semana tras semana se molestase en conseguir un billete de 200 euros y montar la pantomima sin que jamás ninguna de las solteras se fuera con él y que, pese a todo, el tipo no dijera “oye, a lo mejor debería probar otra cosa”.

No es ya el insulto implícito de creer que a las mujeres lo que nos interesa es el dinero, es que ni tan siquiera se plantease hacer bien el paripé. En fin, que ahí quedó el recuerdo del tipo del billete de 200 euros como gloria del cutrerío patrio y explicación plausible del invierno demográfico. Porque, ¿quién querría estar con un idiota desconsiderado? Corolario: los ricos también pueden conseguir cambio.

--

--

Elisa Mariño
Elisa Mariño

Written by Elisa Mariño

Fiction is the art to tell lies to show truths. Politics is the art to use truths to tell lies.

Responses (1)